La literatura paraguaya es una de las más desconocidas de Hispanoamérica. Sus escritores conocidos fuera de sus fronteras son escasos: Josefina Pla, Gabriel Casaccia, Elvio Romero, Rubén Bareiro Saguier y Augusto Roa Bastos. Incluso las historias de la literatura hispanoamericana no incluyen a autores nacidos con posterioridad a 1940. Su desconocimiento no implica, sin embargo, que no exista un corpus de obras que, por distintos motivos, no han trascendido fuera de las fronteras del país guaraní. El siglo XIX es un campo yermo en la creación literaria paraguaya. La férrea censura de la dictadura de Francia eliminó la práctica literaria. De las décadas posteriores, sólo se conocen hasta la fecha algunos autores dedicados fundamentalmente a la poesía, como Natalicio Talavera, y algunos hitos literarios aislados, como la creación de la revista La Aurora. El agravante de la Guerra de la Triple Alianza supuso la interrupción de esas incipientes actividades literarias. Así, con el país dedicado a su reconstrucción durante el último cuarto del siglo, las primeras producciones paraguayas importantes aparecerían en pleno siglo XX.
Durante este siglo, la práctica de la literatura se incrementa paulatinamente hasta el punto de lograr su máximo exponente en los poetas de la Generación del 40. Entre ellos se encuentra Augusto Roa Bastos, el escritor más universal del país. Con él, a partir de 1960, aparecen más obras cada día, y en la década de los ochenta, por primera vez, un conjunto de editoriales estabilizadas que favorecerán la publicación de nuevos autores.
Un personaje que en los años ochenta empezó a ser conocido fue Renée Ferrer.
Renée Ferrer de Arréllaga nació para la poesía paraguaya a la edad de 21 años, cuando publicó su primer libro, un manojo de poemas de amor bajo el título de «Hay surcos que no se llenan», en 1965, seguido dos años después de «Voces sin réplica».
Se volcó más tarde a la poesía infantil, tomando su voz un nuevo horizonte. Aparecieron así «Cascarita de nuez» en 1978 y «Galope» en 1983.
Su acento profundo y hondamente americano se expresó nuevamente en 1982 con «Desde el cañadón de la memoria», una visión estremecida de la Guerra del Chaco, que desangró a Paraguay y Bolivia entre 1932 y 1935. Con esta obra obtuvo el primer premio en el concurso de poesía de Amigos del Arte «Homenaje al Cincuentenario de la Defensa del Chaco». Ha sido incluida en las antologías «Voces femeninas en la poesía paraguaya» de Josefina Plá, «La mujer en la poesía hispanoamericana», editada por el Fondo Editorial Bonaerense y, en «Letras femeninas en América», edición especial de la Asociación de Literatura Femenina Hispánica, 1981. Fundó en 1982 con otras escritoras la Asociación de Literatura Infanto-Juvenil del Paraguay. Es miembro del PEN-Club paraguayo. Actualmente es secretaria general de la junta de gobierno actual de la Academia Paraguaya de la Lengua Española.
Mi poema preferido de esta escritora es:
SI TÚ NO ME QUIERES
Si tú no me quieres,
qué vacío insondable de tristeza tan honda,
de mi boca entreabierta indecisa de pena;
qué mirar hacia el cielo apagado de sol,
una estrella caída de su altar promisor.
Qué completo silencio de sentencia oprimida,
qué abundancia de ausencia de rosas sin color.
Qué lágrima suspensa de los huecos heridos,
qué risa detenida con gesto de dolor.
El momento fatídico en que tú no me quieras,
qué golpe de velamen, qué giro de timón,
qué fuerza de un atleta sosteniendo la tierra,
qué bravura salvaje, qué ruido de cañón.
Y después de saberlo, cuando ya no me quieras,
qué intención sin palabras, qué seca de cristal,
mirándote a los ojos de palpitar dormido,
qué ternura infinita por haberte perdido,
qué arranque de jirones mi idílico ideal.
Estático crepúsculo en tu ausencia inmediata,
luciérnaga apagada con dirección de olvido,
con sus rígidos labios movidos sin sentido,
vaga, desubicada, huyendo hacia un erial.
Qué sencillez de piedra en la visión profética
con vértigo violento negada del edén,
y en la última lágrima sentida de sus párpados
qué expresión reprimida, difusa, sola, fue.